martes, 3 de diciembre de 2013

LA PROMESA DE LA RENOVACIÓN

Hace pocos días tuve la oportunidad de estar escuchando varios discursos de los aspirantes a la Cámara y al Senado por parte de distintas promesas del partido liberal.

Las nuevas promesas se destacaron por ser muy parcos al decir que son del partido, a hablar de datos sin pasión, a centrarse en sus promesas, sin intentar tocar el corazón de los asistentes.

Los veteranos por su parte, tenían más pasión por las ideas que lleva consigo el liberalismo, pero de alguna manera, su mirada quedó fija en el pasado y no pueden mirar con claridad al futuro.

He oído mucho últimamente, en parte por el choque entre lo nuevo y lo viejo, de la necesidad de la renovación, a veces con vocería de las nuevas promesas, lejanas a los grandes caudillos que hacían estremecer al pueblo con sus discursos y que, si no hubiera sido por el cruel hado, hubieran llevado su pasión a la realización de los ideales de equidad, libertad y democracia verdadera; otras veces, de las gargantas desgastadas de antiguos caciques que comprenden la carga que llevan, pero que pareciera que sus fuerzas ya son pocas para seguir adelante y crecer hasta donde lo necesita Colombia.

Soy liberal de corazón y elegí este partido desde hace muchos años, en mi niñez, cuando escuchaba a mi padre y a mis hermanos discutir de temas políticos. La voz de mi padre, ahora desgastada, traía consigo la mística del partido y los profundos ideales de la verdadera libertad. Mis hermanos y yo recibimos estos ideales y los sembramos en nuestro corazón.

La renovación del partido no puede tratarse de quién es más joven o quién es más viejo, no es la promesa de dejar todo lo que fue el partido atrás (no quiero hablar en este momento de mi tristeza cuando en las anteriores presidenciales a algún feliz asesor se le ocurrió la brillante idea de teñir la L con todos los colores del espectro), no es la promesa de echar para adelante y olvidar lo que somos, pero tampoco es la de dejar de evolucionar. Es respetar el pasado y las tradiciones, sentir orgullo y transmitirlo hacia el futuro, con ideas frescas, pero llenas de pasión por Colombia, por la paz, la prosperidad y la libertad.

Nunca esta promesa puede ser dejar la mística por entregarse a la modernidad y aceptar que el hecho de que el partido sea "tradicional" es algo malo. Nuestra tradición nos hizo lo que somos, pero al pueblo y a nosotros mismos se nos ha olvidado exactamente qué es lo que somos como liberales.

 La promesa de la renovación es volver a nuestros orígenes, pero con la convicción y la misión de que esos ideales, aun vigentes, se proyecten hacia el futuro que mi padre, Gaitán, Galán y tantos otros ilustres liberales antes de nosotros soñaron.