Ignacio Cruz, por muchos años de mi vida fue un familiar lejano muy amable, alegre y con gran amor y respeto por su familia, cercana y lejana, y por sus amigos, que siempre trató como familia. Mi relación con la familia Cruz Ortiz fue uno de esos regalos de la vida que por conducto Clarita Ortiz, la madre de mis hermanos y de mi padre he podido disfrutar tan gratamente.
Es muy difícil no recordar las carcajadas y el afecto de Nachito, como siempre lo llamábamos, o el retrato de la hermosa familia que construyó con Marielita, epítome del concepto de unión y compromiso fraternal; pero aun más difícil es escribir en pocas líneas la gran admiración que siento por Nachito, admiración que creció cuando tuvo la oportunidad de leer Cóndores no Entierran Todos los Días, momento en el que comprendí que este gran hombre que conocí porque la vida me dio la fortuna de nacer cerca de su esfera, además era uno de los liberales más valientes e íntegros que vivieron en este país y que hoy, muchos años después de literalmente haber mordido a la muerte, se ha elevado a los cielos para reunirse con Marielita y con los otros valientes que firmaron la que se ha llamado la "Carta Suicida".
Y no es para menos, porque este hombre que sobrevivió a desafiar al Cóndor León María Lozano, firmó esta carta dirigida al Director del Tiempo, seguro de que firmaba su sentencia de muerte, pero convencido de que debía proteger al Estado de Derecho y en especial a la democracia, por un deber cívico que lo impulsó a él y a los otros valientes a poner el interés común por encima de su propio bienestar.
Bien hacen falta más hombres como él hoy en día, pero aun más falta hace que aprendamos de estos valores altruistas y democráticos que encendían los corazones en la época de Nachito y de mi padre y que poco a poco se han ido borrando con el utilitarismo ingente en una sociedad que está acostumbrada a solicitar derechos, pero nunca a asumir, con la valentía de Ignacio Cruz, los deberes y responsabilidades que tenemos como sociedad civil.
Descanse en paz Nachito, pero su valor nunca deje en paz nuestros corazones. Le envío desde esta pequeña nota, que espero que lean muchos para entender el valor que tuvo la vida de Ignacio Cruz, un abrazo afectuoso a mis amigos y primos del alma, la familia Cruz Ortiz.
No todos los días se entierran las altas cumbres que no pudieron ser movidas por los tiempos, ni alcanzadas por los cóndores.
CAMILO A.
Aquí una transcripción del texto de la Carta Suicida, tomado del recorte de EL TIEMPO publicado el 15 de Julio de 1955, página 3, que se puede encontrar en http://ntc-documentos.blogspot.com/2014/08/carta-suicida-de-tulua-omar-franco.html
Apreciado señor Director:
En nuestra condición de tulueños y vallecaucanos, séanos
permitido felicitarlo por su valerosa campaña a favor de esta martirizada
comarca, y a la vez expresarle nuestros más sinceros agradecimientos por tan
valiososo servicios.
Se pregunta usted, con justificada razón, en su editorial de
ayer, “hasta cuando va a durar la dolorosa y amarga situación del Valle del
Cauca? Hasta cuándo esa región, ya suficientemente martirizada y castigada por
el sectarismo salvaje, va a seguir bajo el siniestro signo de los págaros?”
Estas preguntas puede y debe absolverlas el gobierno
nacional, porque solo en sus manos está darle a esta región la anhelada paz,
que en vano hemos buscado por todos los medios a nuestro alcance, sin lograrla
encontrar por parte alguna. Y afirmamos esto porque estamos convencidos, como
también lo están las autoridades de este municipio, de que mientras el gobierno
central no se decida a castigar en forma implacable a los mismos siniestros
personajes que sembraron el terror en el pasado régimen y que lo continúan
sembrando hoy, la cadena dolorosa de los asesinatos y las depredaciones seguirá
su acostumbrada trayectoria. De que esto es cierto, nadie se podría atrever a
negarlo.
Para qué entrar a hacer historia antigua, cuando de todo el
país es conocido, con lujo de detalles, el viacrucis que le tocó atravesar a
este pueblo durante los años funestos del oprobiosorégimen pasado. Pero qué
ironías las del destino, y qué suerte tan adversa la de esta tierra, pues
cuando todos recibimos con jubilosa alegría el atardecer del trece de junio y
creíamos firmemente que ese día finalizaba una era de ignominia, nos
encontramos hoy ante la triste realidad de que aquella anómala situación aun
subsiste, a pesar de los esfuerzos hechos por las autoridades locales para
tratar de modificarla. Porque seríamos injustos si así no lo reconociéramos, ya
que Tuluá tiene contraída una incancelable deuda de gratitud para con uno de
sus mejores hijos, el coronel Francisco Rojas Scarpetta, para quien su primera
preocupación el 14 de junio fue volver la mirada hacia su querida tierra, enviando
una comisión de orden público de la Policía Nacional, que ha obrado bien y ha
hecho lo humanamente posible por devolverle su tranquilidad.
Por qué a pesar de esta valiosa colaboración los resultados
esperados no han sido del todo satisfactorios y la tragedia nos sigue
asediando? Muy sencillo señor Director: porque continúan paseándose tranquila y
libremente por las calles de esta ciudad aquellos mismos oscuros personajes que
deberían estar en una penitenciaría purgando sus horrendos crímenes.
Y vamos a ser concretos: El caso León María Lozano. Cómo es
posible que a estas horas de la vida, después de aquella célebre frase de
nuestro general presidente, “No más sangre, no más depradaciones a nombre de
ningún partido político”, continúe este siniestro personaje, a quien toda la
ciudadanía de bien sindica como el autor de tanto crimen, paseando su
impunidad, no obstante pesar sobre él el auto de detención por diversos actos
delictivos? Auto de detención que pesa sobre él desde el pasado régimen,
dictado por el entonces juez 25 de instrucción criminal doctor Julio Alberto
Hoyos, el único funcionario honesto y valeroso que en aquella época se atrevió
a levantar una investigación por multitud de crímenes aquí cometidos y a perfeccionar
un expediente que, en concepto del entonces procurador delegado en lo penal
doctor Alvaro Copete Lizarralde, constituye una verdadera pieza jurídica. En
esa investigación se dictó auto de detención contra León María Lozano, Pascual
Zapata, Adriano Aguilera, Ruperto García y otros más, como autores
intelectuales y materiales de diversos crímenes. Dicho expediente duerme hoy el
sueño de los justos en la ciudad de Tunja.
Como en esa época las autoridades locales eran principales
auspiciadoras de la violencia, el juez 25 no encontró ningún respaldo en ellas,
y tuvo lógicamente que apelar al comando de la tercera brigada para poder
efectuar las capturas. Pero como era de esperarse, a los pocos días estos
señores fueron libertados, dizque “para asegurar la tranquilidad pública”,
según comunicado oficial, y el juez 25 fue destituido por el único delito de
cumplir con su deber.
Naturalmente que estos hechos nos parecían lógica
consecuencia del estado de cosas reinante e impuesto por un régimen impopular y
minoritario que sólo a base de violencia podía sostenerse. Pero lo que nos
sorprende hoy es que después del 13 de junio a este sujeto se le detenga por
delitos comunes como el de atentado al fiscal primero de Buga, y el juez que
hace cumplir este auto es desautorizado y todo un tribunal es amenazado para
que lo pongan en libertad. Pero hay más: las autoridades locales en época
reciente le decomisaron el revólver y el salvoconducto, pero días más tarde y
no se sabe si por artes de magia o de “telepatía” superiores, este señor viajó
a Bogotá y regresó según se afirma con revólver y salvoconducto nuevos. Aquí si
cabría pedir una explicación a ciertos funcionarios para que nos digan qué
entienden ellos por ciudadanos pacíficos o por violentos pues según parece,
están traicionando el pensamiento del general Rojas Pinilla cuando dijo
"Todos los elementos considerados como peligrosos serán desarmados, a
tiempo que se suministrarán armas de defensa a las gentes pacíficas, que viven
constantemente amenazadas, y las cuales tienen necesidad de defender la vida
propia, la de sus familias y también su hacienda”.
Nosotros seguimos confiados y esperando en el gobierno de
las Fuerzas Armadas y en la palabra empeñada por su jefe supremo, aun cuando
hay ciertos hechos que no acertamos a explicarnos y que nos hacen volver a
veces escépticcos(sic). Tal por ejemplo el elogio desmedido. Que con ocasión
del homenaje tributado el año pasado en el Restaurante Temel al coronel Ignacio
Rengifo por su nombramiento como jefe de la Casa Militar de Palacio hiciera
nuestro gobernador Garcés Giraldo del personaje León María Lozano, y algo más
inexplicable aún, que en reciente jira (sic) de nuestro gobernador por el
departamento se hiciera acompañar del tan mencionado sujeto y en Salónica,
pueblo emporio de la violencia, se sentara a la mesa con él sin el menor
escrúpulo. Considere usted, señor Director, el efecto psicológico que puede
producir una actitud de estas en el pueblo; pues los unos, los violentos,
pensarán que cuentan con el respaldo oficial, al ver a su jefe máximo en
convivencia perfecta con todo un gobernador, y los otros, los pacíficos, se
dirán que todo está perdido.
Hemos querido denunciar estos hechos con nuestros nombres
propios, a pesar de que sobre nuestras cabezas caiga todo el furor de los
bárbaros, para que no se nos siga diciendo que por falta de pruebas concretas
no se aclara la situación y sigan cayendo víctimas inocentes “a manos de
desconocidos”.
Bien sabemos que la presente puede significar la firma de la
sentencia de muerte para nosotros, y que vendrán las amenazas a las cuales ya
estamos acostumbrados; pero le rogamos el favor de darla a la publicidad desde
las columnas de ese gran paladín de la democracia que es EL TIEMPO, convencidos
como estamos de que con la franqueza que hemos hablado les prestamos un servicio
a nuestra cara ciudad y al Valle en general.
Anticipándole nuestros agradecimientos nos es muy grato
suscribirnos como sus atentos servidores y amigos,
Alfonso Santacoloma R., Dr. Ignacio Cruz R., Dr. Alvaro Cruz
Lozada, Daniel Sarmiento Lora, Dr. Diego Cruz R., Dr. Aristides Arrieta G.,
Andrés Santacoloma S., Fabriciano Pulgarín, Dr. Donaldo Arrieta Gómez, Jaime Valencia
A.