jueves, 11 de agosto de 2016

Por favor díganme contra quién debo estar

Hay gran revuelo por las marchas que convocaron varios sectores en contra de la revisión de los Manuales de Convivencia de los colegios, cuyo objetivo es evitar la discriminación de género, o al menos hasta ahí he entendido.

Se han hecho acusaciones para ambos bandos y para la sociedad colombiana en general, que no han bajado el tono de decirse unos a otros retrógados, pervertidos, blasfemos, homofóbicos, pederastas... Entre otros calificativos más fuertes.

Lo peor es que las acusaciones de un lado y del otro son una pócima de una mezcla de odios, resentimiento, ignorancia y miedo. Pero sobre todo, un vacío absoluto de empatía.

No somos capaces de salir un momento de nuestros zapatos para ponernos en los del otro, porque sencillamente o creemos que cambiar de zapatos es pisar menos firme o porque al ponernos en los zapatos del otro se nos va a prender, ya sea la homosexualidad o el fanatismo retrógrado.

Lo peor es que en mi caso, como no adscrito a grupos vulnerables, ni a minorías, ni con algún poder en particular,  no comprendo por qué no ven que ambos lados tienen parte de razón y que querer imponerse, es negar el derecho a la otra facción de ser.

Los Manuales de Convivencia de los colegios deben enseñar lo que se le está olvidando a mi tan tristemente polarizada Colombia: A convivir! No hay una manera única y correcta de ver el mundo, nadie tiene la verdad absoluta en sus manos, pero debemos aprender que en el mundo cabemos todos.

Que haya reglas que restrinjan derechos en escenarios de convivencia diversa, no sólo es recomendable, sino necesario, en un marco de razonabilidad. Pero sobre todo recordando que las diferencias son lo que nos permite crecer, elegir y vivir con nuestras elecciones. Entiendan queridos lectores que la no discriminación por razón de religión, raza o género es en ambas vías; que el libre desarrollo de la personalidad y la autonomía educativa no son absolutos; que puede abusar tanto el que discrimina como el que es diacriminado; que al fin de cuentas todos somos hermanos y tenemos más cosas e intereses en común que diferencias.

Creo que los colegios privados deben poder elegir sus cánones de convivencia sin maltratos ni discriminación y que cuando alguien decida ir a un colegio lo escoja también por las reglas de convivencia que tiene el colegio. Ya en su tiempo libre y fuera de las aulas, cada cual hará lo que quiera y por lo que haga fuera de las aulas los colegios no podrán atacarlo o maltratarlo.

Busquemos el equilibrio o, por favor, díganme contra quién debo estar, porque en mi limitado razonamiento no veo absolutos irreconciliables, sólo falta de un diálogo razonado, de corazón a corazón.