jueves, 29 de agosto de 2019

EL MUNDO SE ESTÁ ACABANDO

Hoy me levanté pensando en contratos, en trámites ante la Cámara de Comercio y la DIAN, el amor, la familia, facturas, tantas cosas que son importantes en mi vida y en cuestión de minutos, mientras me alistaba, con dos videos el mundo pareció volverse de cabeza y pensar por un momento que el mundo se está acabando y que un día normal no bastaba.
Un video que nos habla del tamaño de la crisis del Amazonas de Daniel Habif, en donde además habla de la crisis institucional y de consciencia que implica esta gran catástrofe, me hizo sentir por un momento que me faltaba el aire, porque el incendio se propaga y nos dedicamos a debates ideológicos y presupuestales, cuando no importa qué tanta razón tengamos o cuánto dinero acumulemos, si no hay aire, hasta aquí nos trajo el tren señores.
Me imaginé a todos mis seres queridos, a mis amigos, a mis clientes, a la mujer que amos, a mis hijos que vendrán en el futuro mirándome desconsolados mientras su vida se extinguía por falta de aire y yo, con ellos en mis brazos, impotente.
No terminaba de sacar esta imagen de pesadilla de mi cabeza cuando vi el video de las FARC, retomando el camino de la guerra, guiados por dos criminales, que si bien, sabemos de sus andanzas, nos están ganando los argumentos del porqué deben regresar al monte, para convencer a los desmovilizados de que pactar con el Estado colombiano fue un error.
Y ahí, la pesadilla tomó otra forma de nuevo: ya no eran las personas que quiero sin aire, sino un país de nuevo con miedo, miedo de tener, de hacer, de hablar, de crear y de vivir. En el que nuestras hermosas riquezas estén ocultas bajo un fusil y en donde los viajes se tengan que hacer con la lotería de que caiga uno en una pesca milagrosa o que cuando se haga empresa lleguen cartas invitando a financiar la revolución, de manera que si no se paga, se haga un cobro sumario de plomo.
Vi inversionistas corriendo por sus vidas y turistas cambiando a destinos menos riesgosos. Sí, mi miedo fue que la paz no se concrete y sean muchos años más de encerrarnos en las burbujas de las ciudades.
El mundo se acaba señoras y señores, pero nos enfrazcamos en decir que teníamos la razón o no, que la paz imperfecta no valía, que necesitamos el petróleo del fracking, que el narcotráfico se combate con glifosato y si otros seres humanos merecen vivir o no. Tenemos eternos debates en las redes sociales siguiendo a caudillos que nos venden discursos de odio a los que no piensan como ellos y nos dividimos como ovejas con distintos pastores. Olvidamos que el amor, la paz, la solidaridad, la responsabilidad y el desarrollo sostenible son lo único que puede mantenernos con vida y que sin esto, el mundo se va a acabar, pero sobre todo, sin acción, el mundo no tiene esperanza alguna.
Dios nos puso en esta tierra no para ver hasta dónde nos duraba, sino para cuidarla. El primer y más importante valor que tenemos en nuestro corazón que es el de respetar al prójimo como queremos que nos respete, es todos los días vigente. Que el futuro no nos pertenece, pero el presente es nuestra responsabilidad, también es más cierto hoy en día.
Dejemos de ser arrogantes profetas del pasado y busquemos acción, no con militancias, sino con consciencia, de que todos nuestros actos tienen efecto en el mundo entero, si nuestros líderes no dan la talla, hagamos lo propio, mientras elegimos líderes nuevos. Nuestros enemigos no son otros que la guerra y la devastación, nuestro propósito es uno: sobrevivir y prosperar como raza. Divididos no lograremos nada, sin acción no habrá efecto alguno.
El mundo se acaba mis amigos, tomemos el timón y giremos, porque de otra manera, no vale la pena hacer contratos, pagar facturas y abrazar a los que amamos, de otra manera, el día de hoy será un recuerdo de un planeta extinto, arrastrado por el viento desolado, perdido en las tristes arenas del tiempo.
Nota: Me encuentro en este momento viendo opciones para donar a la crisis del Amazonas, encontré opciones en un artículo de la revista Dinero, creo que lo haré por la WWF.