jueves, 22 de septiembre de 2016

¿Y por qué no nos desmovilizamos todos?

La militancia por el sí o por el no se ha convertido en un verdadero conflicto de opinión, que ha llevado a muchos a empezar cada reunión con un tajante: "no vamos a hablar del proceso de paz".

Esta posición, aunque sana, demuestra que somos una democracia inmadura e intolerante. Los argumentos realmente terminan siendo lo de menos, porque hablamos desde nuestras pasiones y con la convicción absoluta de que tenemos la verdad revelada, o que, por lo menos nuestros honorables líderes y todo mensaje viral nos va a probar en lo correcto.

Desde el discurso proveniente del más cándido relato de fantasía, en el que se afirma que con la firma de la paz, por arte de magia todos los problemas del país van a ser solucionados y que la paz sólo depende de decir sí, sin que se muestre la clara responsabilidad y el esfuerzo que tendremos que hacer todos para que podamos cambiar este país y ahí sí poder aspirar a una "paz estable y duradera" ; hasta los cuentos que bien podrían relatarse por R. L. Stine, en las que el "Castrochavismo" va a apoderarse de Colombia, que todo es un complot para convertirnos en Venezuela y que ya están las manos de la guerrilla dentro de nuestros bolsillos para pagar el post conflicto.

En este escenario, de una y otra parte se les hace la tarea a los que quieren mantener al pueblo en profunda abstracción de la realidad, porque con mentiras y verdades a medias le dan razones para no cuestionar y, más bien, reafirmarse en un juicio que no digo que esté bien o mal, pero que puede estar construido al acomodo de otro y no por sus propias razones.

La democracia implica un intercambio abierto de ideas en donde cada individuo puede pensar como a él se le antoje y pueda expresarlo libremente, para llegarna un acuerdo colectivo que finalmente expresa la mayoría. Pero cuando el pensamiento del individuo se pretende convertir en una masa que no razona, que descalifica a los demás por lo que dicen que son (es que es: uribista, santista, guerrillero, negro, blanco, rico, pobre, alto, bajito, etcétera), que busca los motivos para dividirse en vez de lo que los une, que no puede tener una discusión de otra cosa que sea una telenovela porque se van a los gritos, estamos siendo víctimas de la más vil de las demagogias.

Y entonces viene la pregunta: ¿por qué no nos desmovilizamos todos? No se trata de que uno esté en lo correcto y el otro esté, por tanto, equivocado; No se trata de ser amigos o enemigos de la paz; No se trata de ser guerrillero o paramilitar... Se trata de ser colombianos.

Desmovilizarnos en realidad es que bajemos las barreras y empecemos a escucharnos y a tolerar la diferencia, con respeto. Todos cabemos en este maravilloso país. La paz que todos queremos, con o sin un resultado determinado en las urnas empieza por dejar conflictos ridículos entre nosotros mismos.

jueves, 11 de agosto de 2016

Por favor díganme contra quién debo estar

Hay gran revuelo por las marchas que convocaron varios sectores en contra de la revisión de los Manuales de Convivencia de los colegios, cuyo objetivo es evitar la discriminación de género, o al menos hasta ahí he entendido.

Se han hecho acusaciones para ambos bandos y para la sociedad colombiana en general, que no han bajado el tono de decirse unos a otros retrógados, pervertidos, blasfemos, homofóbicos, pederastas... Entre otros calificativos más fuertes.

Lo peor es que las acusaciones de un lado y del otro son una pócima de una mezcla de odios, resentimiento, ignorancia y miedo. Pero sobre todo, un vacío absoluto de empatía.

No somos capaces de salir un momento de nuestros zapatos para ponernos en los del otro, porque sencillamente o creemos que cambiar de zapatos es pisar menos firme o porque al ponernos en los zapatos del otro se nos va a prender, ya sea la homosexualidad o el fanatismo retrógrado.

Lo peor es que en mi caso, como no adscrito a grupos vulnerables, ni a minorías, ni con algún poder en particular,  no comprendo por qué no ven que ambos lados tienen parte de razón y que querer imponerse, es negar el derecho a la otra facción de ser.

Los Manuales de Convivencia de los colegios deben enseñar lo que se le está olvidando a mi tan tristemente polarizada Colombia: A convivir! No hay una manera única y correcta de ver el mundo, nadie tiene la verdad absoluta en sus manos, pero debemos aprender que en el mundo cabemos todos.

Que haya reglas que restrinjan derechos en escenarios de convivencia diversa, no sólo es recomendable, sino necesario, en un marco de razonabilidad. Pero sobre todo recordando que las diferencias son lo que nos permite crecer, elegir y vivir con nuestras elecciones. Entiendan queridos lectores que la no discriminación por razón de religión, raza o género es en ambas vías; que el libre desarrollo de la personalidad y la autonomía educativa no son absolutos; que puede abusar tanto el que discrimina como el que es diacriminado; que al fin de cuentas todos somos hermanos y tenemos más cosas e intereses en común que diferencias.

Creo que los colegios privados deben poder elegir sus cánones de convivencia sin maltratos ni discriminación y que cuando alguien decida ir a un colegio lo escoja también por las reglas de convivencia que tiene el colegio. Ya en su tiempo libre y fuera de las aulas, cada cual hará lo que quiera y por lo que haga fuera de las aulas los colegios no podrán atacarlo o maltratarlo.

Busquemos el equilibrio o, por favor, díganme contra quién debo estar, porque en mi limitado razonamiento no veo absolutos irreconciliables, sólo falta de un diálogo razonado, de corazón a corazón.

viernes, 24 de junio de 2016

DEFINAMOS LA PAZ

Dentro de las muchas definiciones que tiene el diccionario de la RAE, me llamó mucho la atención esta: "Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud".

Y me llamó especialmente la atención porque leí muchos comentarios a lo pactado para el cese al fuego y las declaraciones del expresidente Uribe, en la que decía que la paz estaba herida ante la posibilidad de que los miembros de las FARC no paguen prisión o puedan eventualmente ser elegidos a cargos públicos.

Puede sonar un poco nueva era, pero la paz debe partir de nuestros corazones, de pensar en las posibilidades hacia el futuro y dejar de rumiar el pasado, dejar de contar los secuestrados y muertos que fueron y pensar en los secuestrados y muertos que no serán. Si vamos a pensar en el pasado, también reflexionemos en esto: ¿qué hubiera pasado si hubiéramos convencido a las guerrillas y a los paramilitares de dejar las armas hace muchos años?¿cuántos huérfanos estarían aun con sus padres?

Entonces: ¿qué será estar en un estado de permanecer en imperturbable estado de ausencia de conflicto o inquietud? Ciertamente no hablamos de la paz del cementerio, porque en una guerra cada muerto traerá un resentimiento. Hablamos de borrar de raíz todo resentimiento, aprender las lecciones, entender que guerrillero, paraco y ciudadano de a pie somos igualmente colombianos y lograr seguir adelante sin aferrarnos al pasado, en otras palabras: dejar sanar las heridas y no dejarlas abiertas para recordar el dolor que las produjo.

Paz en la tumba para nuestros muertos y paz en la vida de los que estamos vivos.

Si el temor es de que terminemos con un dictador de izquierda que nos convierta en una nueva Venezuela, sólo como recorderis: tenemos gente en el monte que al principio (sinceramente no creo que ahora) se fueron para combatir una institución en la que no creían y llevan allí más de 50 años. Les aseguro que cuando ocurra algo que se aproxime a lo que pasa en Venezuela, en donde la democracia falló, nos iremos al monte otros que exigiremos el respeto al pueblo. No temamos al futuro. Abracémoslo y construyámoslo.

La paz en la que creo es de reflexiva esperanza, de creer en Colombia, en la verraquera de los colombianos y en nuestra democracia.