martes, 17 de marzo de 2015

Hoy no cogeré taxi, pero mañana fijo sí.

Llevo varios días evitando coger taxi, no por el servicio (el cual ha tenido sus altas y sus bajas), no porque prefiera Uber (me parece buen servicio pero caro y de legalidad dudosa) y menos porque me encuentre feliz andando en Transmilenio (que además del servicio por la 7a que ha resultado bastante bueno, no tengo otro calificativo que decir que el servicio apesta), pero sencillamente porque estoy llegando más rápido en bus a todos sitios que en carro o en taxi.

Es aquí donde me doy cuenta de que la fórmula dictatorial de nuestro futuro presidente funciona: dejarnos sin opciones para que como borregos terminemos haciendo lo que él quiere, colapsar el transporte particular para que no nos quede de otra que usar el Sistema Integrado.

Ahora, valga decir que ni en taxi, ni caminando, ni en bus uno se puede sentir tranquilo en esta ciudad, es más,  el lugar en donde se encuentra mi celular depende de en dónde me encuentre: si voy en Transmilenio procuro llevarlo en la mano y hacer cualquier cosa en el celular, no para aprovechar el tiempo en mi propia lata de sardinas, sino porque así lo tengo a la vista en todo momento y evito que el celular ocupe el espacio en el que ahora va mi billetera, para no dejarla en el bolsillo de atrás,  en donde es muy probable que se la saquen a uno porque muchas veces en este glorioso medio de transporte uno no sabe si las manos que lo tocan son las propias; si voy caminando procuro que el celular esté bien escondido, para que no llame la atención; si voy en taxi de noche, procuro llamar, hablar duro e ir diciendo en dónde voy y la descripción del taxi, por si acaso. Así, para la visión de nuestro querido y tantas veces calumniado Alcalde Mayor,  soy terriblemente elitista por sentirme inseguro en una ciudad en la que gracias a sus buenos oficios como burgomaestre todos los días sé de un amigo que chalequearon o asaltaron y ya me siento excluido porque muchos de mis amigos ya han tenido paseos millonarios y yo nada...

Y es aquí donde mis amigos defensores de Uber deben pensar que estoy de acuerdo con este servicio... y no. No apoyo a Uber porque no es un servicio justo o legal (sí es un excelente servicio),  pero se creó para hacerle "el brinco" a las leyes que regulan el transporte público de pasajeros. Así mismo, aunque soy conciente del pésimo servicio que muchos taxistas dan, el tema no es hablar sólo de Uldarico, porque los blancos (si los rumores son ciertos, vendrían de una sociedad entre Pastrana y Peñalosa - no lo he corroborado, pero cuando el río suena, piedras lleva).

Ahora, digo "muchos taxistas", porque también me han tocado taxistas con grandes estándares de servicio, amables y educados,  que saben que uno los va a meter en un trancón infame y aún así le hacen a uno la conversación con una sonrisa y hasta chancean sobre el trancón.

Aquí no podemos hablar de ángeles y demonios. Los taxistas no son el enemigo y no los debemos tratar como tales, obviamente tenemos el derecho a protestar, pero también el deber de denunciar cuando veamos que los taxistas infringen las normas de tránsito o cuando vemos que no cumplen con recoger y llevar, cuando saben que tienen que hacerlo. Menciono esto porque yo mismo muchas veces que he ido de afán, culpablemente me he callado cuando el taxista que me lleva pasa un semáforo en rojo, hace un cruce prohibido o sencillamente maneja como una bestia, así mismo, cuando un taxi le ha dicho a alguien que no lo lleva, cual buitre he seguido de siguiente en la fila para ver si a mí sí.

Hoy no cogí taxi, pero mañana seguramente sí,  me subiré y reconoceré en el taxista a la persona angustiada por el producido diario, estresada por vivir en una ciudad sumida en el caos vehicular, asustada porque muchas veces ha escuchado o ha vivido cómo atracan, lesionan e incluso matan a sus colegas, que muchas veces no es reconocido como persona, sino como parte de un carro que me tiene que llevar a donde digo, así me toque insultarlo para que ande y le diré que hoy no cogí taxi, no por algo personal contra él, ni contra su gremio, sino para que les llegue el mensaje a los que dan un mal servicio, para que se pongan en la tarea de mejorar y no ser como Uber, pero aprender del buen servicio que tanto defienden sus usuarios y, pese a que me pueden tildar de pro-taxista o anti-uberista, como lo quieran ver mis amigos de la polarización innecesaria, lo cierto es que quiero ver al taxista como un amigo que se ha portado mal y que debo retroalimentar, y no como un enemigo que debo atacar.